01-05-2007

Veritas in Vinis


Llegaba la noche y estos weones jugaban a que el día recién empezaba. Era la costumbre de cada martes en la noche, hacer de cuentas que el viernes se adelantaba un par de días y así la excusa de beber hasta tarde en plena semana, insultaba un poco menos los oídos de la gente decente. Salimos pues, llenas las alforjas con lo indispensable para la noche, agujas e hilo para surcir viejas y deshilachados recuerdos, pañuelos deshechables para que no digan que no somos sensibles y menos que se nos caen los mocos, un encendedor para prender lo que no puede apagarse, cigarrillos para acompañar todo lo que se haga, dinero, amigos para hacer creíble lo que se dice después de unas cervezas y unas muy buenas zapatillas, pues entre las 10 de la noche y las 5 de la mañana transcurren mucho más que 7 horas.

El más hablador del grupo recordó a su bella enamorada y a las cartas de amor que sus millones de pretendientes atiborran en su casilla postal, recordó cuanto amor se profesaban, recordó también su inseguridad consustancial, fiel compañera desde la más tierna infancia. Tomó una bocanada llena del humo que ha transformado a Don Miguel en un pobre desventurado, (uno de cada 15 fumadores creo) y volvió a reeler en su afortunada memoria las cartas de los pretendientes, recordando los últimos pasajes de La Odisea como planeando el final más sórdido para quienes aún pretenden conquistar a alguien diciendo :"eres linda encerio". La evidente estupidez tranquilizó su andar y encendió otro cigarrillo, para que supieran sus amigos que había dejado de pensar wevadas y se disponía a pedir una corrida de cervezas en voz alta, para sentirse avasallador, a pesar que su animo le era adverso.

Bebieron hasta que la Aurora anunció el nuevo día y volviose hacia sus pensamientos diciendo: "tal vez esto no debiese ocurrir tan seguido, tal vez estas noches firmen mi perdición y mortal calamidad." Bebió su último trago, escucho de lejos los garabatos de los amigos, tomo un taxi, pagó y puesto el pijama, pensaba en ella y en las cartas de amor de los pretendientes.