01-05-2007

Memoria, Relato y Recuerdos de un Pasado Glorioso

La memoria (Mneme) de los pueblos descansa en los relatos que se construyen a lo largo de los años sobre sus grandes gestas y eximios personajes; la cultura de los pueblos adquiere firmeza y cohesión cuando esta memoria condensada en relatos, se transmite a través de generaciones de un modo sublime y excelso, generando una afirmación de la identidad del grupo en torno de construcciones narrativas que estimulan el orgullo por el propio terruño y la propia historia.

Es ese el papel que ocupa la Épica en la cultura de la antigua Grecia, la que nos ha llegado por medio de los siglos a través de sus aedos (aeidi), cuyo objetivo fundamental no fue otro sino recopilar el pasado de los pueblos, para así inmortalizarlos mediante la imperecedera persistencia de la poesía, cuyo corolario histórico es transmitir su herencia cultural más allá de los límites de si propio mundo, sino al legado perenne abierto a todas las culturas que se remiten a Grecia para explicar su origen (arkhe).

El caso que nos convoca nos remite a los poemas que cumplieron la función social recién señalada. En este sentido, Homero y Hesíodo son aquellos hombres que supieron sintetizar en la lírica, las ideas sobre su propia Grecia, ya sea recurriendo a relatos extraídos del Mito (mÜqos) sobre la lejana y anhelada época heroica, cantando las gestas de aquellos hombres que a base de sus hazañas erigieron el orgullo de su estirpe, en el caso de Homero; o bien, interpretando los ciclos de la naturaleza con el fin de develar su belleza intrínseca, y sobre todo, para mostrar mediante la palabra (epos) y de un modo didáctico, los momentos estacionales y la frugalidad de la vida rural, para el caso de Hesíodo.

Es así como la Épica griega a través de la palabra, construye su memoria y con ello su legado a futuro, recuperando tanto relatos míticos como acontecimientos de orden histórico, para ser mixturados en una sola composición cuyo objetivo principal es la educación o formación de los hombres (paideia).

Hasta este momento nada nuevo. La real belleza de la épica griega y homérica en especial, radica en que este esfuerzo formador se construyó en ausencia de sensiblerías, clichés literarios e incluso de las impresiones personales de quién hilaba la historia, pues según C.M. Bowra: “la literatura griega se distingue por la omisión de todo aquello que no es esencial en el plan del conjunto y se funda en el vigor y buena distribución de las partes”[1], lo que se reafirma aún más con respecto a Homero, pues para él “el cuento por contar siempre es lo primario para el poeta y nunca un pretexto para filosofar[2]”.

Por otro lado, la lengua griega y su uso son ya de por sí elementos fundamentales para la elaboración del correlato del cuento y para el logro estético del canto, pues “la poesía griega opera sus efectos mediante el ritmo sostenido de las palabras y (…) la sintaxis singularmente flexible que simplifica la expresión de los elementos complicados”[3] , hace del griego en especial, el vehículo ideal para transferir a la eternidad la belleza de una cultura tres veces milenaria.

En último lugar, debemos mencionare el no menor detalle de que el canto épico en Homero, es un canto a lo humano, pues la inmortalidad de los dioses cierra la posibilidad del heroísmo, que por el contrario es del todo fecundo en los semidioses y sobre todo en los humanos mortales, acechados en todo momento por el ineluctable destino que lo amenaza con perecer en batalla. Pues sólo la muerte engendra la gloria en aquellos que luchan por la inmortalidad.

Amigo, también tú debes morir ¿de qué te quejas? Murió Patroclo, que valía mucho más que tú. ¿No me ves a mí, varón fuerte y hermoso? Hijo soy de un padre noble, y una diosa ha sido la madre que me alumbró; pero también sobre mí está suspendida la muerte y pende el duro destino. Alguna mañana, o una tarde, o un mediodía, hombre habrá que me arrebate la vida en plena contienda, hiriéndome con lanza o con flecha disparada de un arco”


[1] Bowra, C.M. Historia de la Literatura Griega. Fondo de Cultura Económica, Bs Aires. 3º Ed. 1953. Pp. 10.

[2] Loc. Cit. Pp. 21.

[3] Ibíd.

No hay comentarios.: