18-02-2008

Acompañado se aprecia mejor

En lontananza se ubica la mirada, en futuros inexistentes se derrama la luz de la pupilas, sobre mares infinitos se asoian los sonidos de aves y marejadas, bajo las pestañas se anidan los luceros, sobre las cejas se aglutinan las nubosidades de la tempestad, dentro de sus ojos, el sol.

En lontananza se asoma uno de los últimos reductos españoles en indias, el fuerte de Corral, construido por Don Pedro de Valdivia con el objetivo de proteger estas maravillosas tierras australes de la invasión de otras potencias eurpeas que veían en América, la fuente de las riquezas que alimentarían las arcas de los nacientes Estados Monárquicos bajo la égida de la ideología mercantilista. Fue el ansia de riqueza, el gestor de tamaña arrogancia lítica sobre el hasta entonces vírgen paisaje valdiviano, sólo interrumpido por intermitentes intromisiones de canoeros autóctonos. Hacia aquél reducto se dirigen nuestros viajantes, pletóricos de expctativas y atiborrados con cerveza de la zona.

Resulta que el viajero decide compartir una de las pocas cosas que le pertenecen sólo a él: la música que sale de los audífonos y se resignifica en la cavidad ubicada entre cada oído; las múltiples aventuras que inspiran las películas mientras su conciencia espera el sueño cada noche sobre la almohada y por último; los viajes.

Escapando de sí mismo había optado por acompañarse sólo de sus ensueños, preocupado por la veracidad de sus historias acostumbraba a registrar cada paso que daba, cada pestañeo que le privaba por una milésima de segundo del paisaje que añoraba cada noche capitalina. Esta vez, nuestro improvisado y solitario viajero, no sin reparos, decidió acompañarse por quien ocupa la totalidad de sus sueños y vigilias.

1 comentario:

Anónimo dijo...

la persona quien ocupa la totalidad de tus sueños y vigilias soy yo??? cholito!!!

te amo cara de vino!