17-12-2007

El Principio Del Fin. (Capítulo I)

Desperté más tarde que de costumbre, lo primero en hacer fue bajar por un vaso de agua y leer la clásica tarjeta de mi mama: "Tu hermana está donde la Cota no llegará hasta el lunes, tu papá trabajando y yo me fui para la playa con tu tía, hay de todo para comer, cuídate. Te quiere mamá." Preparé el desayuno de campeones y acomodé mi voluntad para un sábado de soledad, películas y uno que otro ágape. Subí la escala con un extraño saboreando el extraño silencio que engalabana la mañana, nunca un sábado a eso del mediodía estuvo tan silente. En fin, me acuesto y enciendo la televisión.

Subí a chequear el cable y la mayoría de los canales internacionales, sean de reportajes, documetales, películas o series, estaban fuera de sintonía. Revisé la revista del cable, llamé a la operadora, pero no obtuve sino una respuesta parca, un tanto asustadiza. Cambié a los canales nacionales sólo para profundizar en la noticia que no quería enfrentar debido a su absurda aparciencia y radical contenido. Evité pensar en un libreto de película de terror, sin embrago unos gritos perdidos en el horizonte de lo audible calaron profundo en mis huesos adormecidos. Mis ojos en la ventana no alcanzaron a divisar tamaña sorpesa, temí por mi vida y escuché con atención.

"Una extraña enfermedad aqueja a algunas personas y según nos dicen los cables desde las agencias exteriores, este mal se extiende entre la mayoría de las grandes ciudades del mundo. Los síntomas van desde la desorientación hasta una furia inexplicable que impele a estos humanos a morder y destrozar a sus congéneres, sin el más mínimo objetivo. No conocemos sus causas ni sus síntomas en el largo plazo, no obstante las autoridades instan a que la ciudadanía guarde la calma, que se quede en sus casas y no cometan el error de transitar por las calles que ya comienzan a congestionarse. "

Un escalofrío recorre mi espalda, llamo a mi polola y recuerdo que está en el trabajo, continúo pegado a la tele y mis ojos ven algo que sólo imaginaba en el más oscuro mundo de las películas: aquel enfermo terminal de la posta central, vestido de doctor, con delantal y estetoscopio, se abalanza sobre la periodista cegado por la sangre, sin más expresión en su rostro que la ira ulcerosa moviendo cada músculo hacia un sólo objetivo, alimentarse de carne humana y esparcer su infección por toda la faz de la tierra. En ese momento lo supe, la humanidad pasaba por sus últimos días, mi madre, padre, hermana, amigos y polola posiblemente ya estaban contagiados, prestos a morderme y transformarme en uno de esos caníbales mitad muertos y mitad iracundos.

Desde el infierno la última de las plagas de egipto se apostaba sobre nosotros, las almas en el infierno habían llegado a un tope y caminaban sobre la ciudad de los vivos dispuestos a incluir a toda la especie en un festín de odio y sangre.

Tomé mis cosas personales, un par de panes, cigarros, las mejores zapatillas y discos fundamentales, un lápiz y un cuaderno para registrar los últimos respiros de mi especie, la cual ahora, luego de siglos de una historia de autodestrucción y desenfreno económico, enfrentaba su desafío más importante in saber cómo ni porqué.

No sabíamos si había cura, acaso la memoria del infectado se borraba, era capaz de aprender o sencillamente permanecía en estado de inmoralidad por siempre, se asociaría para mejorar sus métodos de caza, cultivaría la tierra, implementaría quizás un sistema de señas o fonemas para intercambiar ideas, tendría ideas. Ninguna de esas preguntas tendría una respuesta clara si no fuese necesario acercarse lo suficiente a la muerte. Lo único que sabíamos era que nuestras piernas debían correr como nunca lo habían hecho, para así encontrar refugio lejos de la civilización, enel hermoso sur de Chile, donde tal vez nuestra raza tendría otra oportunidad para poblar la tierra, luego de resistir el embate de la maldad encarnada en los ojos de cada hombre y mujer.

Salí, corrí al cerro San Cristóbal, llegué hasta la pirámide y no encontré meor solución que bordear los faldeos cordilleranos hasta salir de la capital por algun lugar de la angostura de Paina, hasta tener la certeza de que la infección se alejara de mi lo necesario para conciliar el sueño. Lloré por mis seres queridos ante la incapacidad de mi triste voluntad por llevar a cabo un rescate suidida. Limpié mis lágrimas rogando perdón al Dios que siempre desprecié. Desde ese momento mis piernas comenzaron a andar por su cuenta instigadas por el instinto de sobrevivencia que ha hecho del ser humano, la especie más próspera de este planeta.

Nunca cultivarán la tierra, algún día, eventualmente se morirán de hambre si no son alimentados por la carne de mis parientes y amigos, debía correr, sin mirar atrás, debía acostumbrarme a ver la gente morir y pedirme desesperada ayuda. No importaba nada sino mi miserable existencia en el mundo del mañana, total y absolutamente distinto al de ayer. Todo cambiaría luego de una mordida, ya tenía hambre, encendí un cigarrillo y enfilé hacia el sur.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El siguiente capitulo va a hacer cuando estemos en el sur?? si es asi, yo creo que tu vas a morir contagiado y yo voy a ser inmune pero al yo morderte tu te vas a volver loco ,como los zombies de la pelicula, ojala fuese verdad yo pagaria pa trabajar en una pelicula asi no toy ni ahi si me pagan jajajaja...Demas que en el sur va a aparecer uno que otro zombie jajajja en chiloe con tanto mito, como no nos va aocurrir algo cuatico...seria chOris jajaj

Yo también quiero aparecer en TU historia vei que seria como la mina de resident evil o silent Hill...que manera de alucinar con esos juegos y la película 24 días, de hecho para mi gusto es la mejor que he vi este año...


Te amo mongolito!