23-01-2010

E(X)CLAVITUD 2.0

Desde el punto de vista formal de la Historia, los procesos de minúscula consideración llevados a cabo diariamente por una multiplicidad de indivicuos dotados de voluntad y entendimiento, no califican como agentes de cambio histórico por cuanto carecen de cohesión formal y direccionalidad con respecto al decurso unitario de la Historia, entendida esta como un discurso tottalizador aunado en los quistes de poder que poseen el control de la verdad acerca del pasado y las respuestas sobre el eventual porvenir. Estos quistes de poder social emanan ya sea de la tradiciñon o bien, de la imposiciñon de modelos de vida y de moral. no obstante la naturaleza de su origen, su resultado fáctico es la deslegitimación de todos los movimientos de cambio social que emerjan en los intersticios del discurso dominante o bien, atenen directa o indirectamente contra la propaganda oficial de la elite regente, amenazando la legitimidad o pertinencia de su ejercicio en el poder.

A pesar de que las teconologías de la información y las redes de comunicación que han surgido en estas últimas décadas, han logrado permear la fineza de la malla ideológica del poder, su alcance ideológico no supera la esfera local de influencia, lo que asociado a la carencia de medios coercitivos y a la inconsistencia del medio de difusión de la idea, no aparece en el plano de la realidad concreta más que como una anécdota antisistémica de poca monta.

Cuando la verdad particular nacida a la sombra del ser totalizante de la Historia, altere nuestras prácticas cotidianas de subsistencia, cuando amenace la reproducción de las condiciones materiales de dominación pragmática del sistema, cuando altere los cuerpos y produzca fuego, sólo en ese momento la idea antisistémica superará su condición de anécd
ota y será la posibilidad de destrucción del aceitado y bien cuidado resorte principal de la máquina. Lamentablemente las redes son tan difusas, etéreas y tan condicionadas por el efímero gusto (léase demanda), que una articulación concreta en el espacio de la modernidad se hace quimérico, sobre todo si pensamos que la misma existencia de las redes de comunicación transcontinentales es una teconología proporcionada por el enemigo mismo.



























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