De cuando en cuando se sentaba al computador para eternizar en una serie de notas, plasmadas en un soporte hecho a base de ceros y unos, las ideas confusas que tenía sobre el mundo que el rodeaba y que por lo demás, siempre fue su objeto de fetiche. Necesitaba entenderlo en cada detalle con el único fin de esconder su cobardía consustancial que le imposibilitaba vivir. Si, decía conocerlo tan bien como nadie, lamentablemente sus palabras no exprsaban la idea que le movía verdaderamente, la cobardía y la inconstancia de su sepíritu le obligaban a leerlo en vez de vivirlo.
Se decía versado en toda clase de mentiras, de hecho las comunicaba con envidiable fluidez y gran parsimonia, sin embargo no creía una palabra que salía por su boca, pues sabía que cada una de ellas le habían sido impuestas por algún señor de lejanos horizontes, gracias a su resplandeciente espada y un magnánimo dios de salvación.
Sus ojos no daban crédito a sus letras y sus oídos jamás prestaron atención a sus palabras, aún así insistía en hacer lo único que hacía con mediano talento. Escribir. Evidentemente, escribir mentiras
Se decía versado en toda clase de mentiras, de hecho las comunicaba con envidiable fluidez y gran parsimonia, sin embargo no creía una palabra que salía por su boca, pues sabía que cada una de ellas le habían sido impuestas por algún señor de lejanos horizontes, gracias a su resplandeciente espada y un magnánimo dios de salvación.
Sus ojos no daban crédito a sus letras y sus oídos jamás prestaron atención a sus palabras, aún así insistía en hacer lo único que hacía con mediano talento. Escribir. Evidentemente, escribir mentiras