30-01-2007

Farándula, Mentiras y Video

Si fuese un escritor ponderado por la opinión pública sería mucho más cuidadoso con lo que intentaré decir, si fuese un escritor prestigioso no me importaría el tema que me ocupa ahora pues el protocolo a seguir por los ungidos de las editoriales exige indiferencia ante los temas atingentes al diario vivir de las personas que no gastan ni un 5% de su sueldo en lecturas que escapen a La Cuarta o las Ultimas Noticias. Pero como no soy nada cercano a un escritor siquiera, se me antoja la regalada gana de opinar sobre cualquier cosa, del mismo modo como muchos prehombres (Léase como variación peyorativa de prohombre) de este pequeño país, han hecho de esta actividad el núcleo de sus emolumentos mensuales.

Comenzaremos definiendo el concepto que engalana esta columna, Farándula según el diccionario de la Real Academia de la Lengua hace referencia a: “profesión y ambiente de los actores; Antigua compañía ambulante de teatro y; mundillo de la vida nocturna formado por figuras de los negocios, el deporte, la política y los espectáculos.” Hasta el momento como ven, nada extraño, salvo la definición que hace referencia a viejas compañías de teatro ambulantes que pululaban en la antigua España medieval del siglo XVII.

Ante esta sorpresa histórica oculta en una palabra tan recurrente en la doxa del shileno medio, recurrí al diccionario Etimológico de Corominas quien resalta el aspecto histórico de la palabra farándula, cuyos orígenes se remontan a la voz Farandoulo originado por una variación de los dialectos de la región de Provenza y la España mediterránea. En este sentido la farandoulá, según el autor, consistía en una “danza rítmica ejecutada por un grupo numeroso de personas que corren dándose la mano” y su conformación como palabra compuesta se debe a la conjunción de dos palabras que explican el talante de los actores y las actividades que ellos realizan, a saber: la farandoulá es una combinación de un contorneo borracho (brandoulá) producto de de la haraganería y la actitud farsante de los artistas (flandriná). He ahí el centro de este discurso, pues no estamos sino al frente de un espectáculo de farsantes que hacen del contorneo televisivo una profesión lucrativa sobre la base de nuestra impropia imbecilidad.

No es mi intención desplegar palabras que hablen sobre la decadencia cultural de nuestro país, o sobre el morbo que se esconde en nuestros espíritus cuando vemos que la una se acuesta con el otro y el otro con el aquél, mientras la otra abulta su cuenta corriente con sus nalgas y la de más allá adorna la cómoda de su casa con los penes que le han dado tanta prosperidad. No intento tampoco criticar la misión de los periodistas que malgastan sus carreras profesionales por un dineral que ya quisiéramos muchos ganar de un modo tan fácil. Solo me refiero al origen farsante del vocablo y a la importancia que esta actividad se ha ganado en nuestra televisión que a la sazón, es el instrumento educativo número 1 de nuestro púberes.

Será necesario malgastar ingentes sumas de dinero en producciones televisivas para analizar si las “declaraciones” de aquél fueron fundadas en la realidad o solo responden a un arrebato de un pobre weón ignorante agobiado por las cámaras; o si este y esta “se les vincula” por la sencilla razón de compartir un trago en una discoteque de moda, tal como muchos de nosotros lo hacemos. Es necesario proyectar nuestras frustraciones de trabajador de clase media en personajillos que juegan a gastar la plata que no se merecen del modo en que quisiéramos nosotros malgastarla: con rameras de 5 estrellas, en paraísos tropicales artificiales y con el alcohol suficiente como para que te importe un bledo si te pillan con tu amante.

Las reflexiones que se hacen sobre nimiedades tan básicas como los sueldos que Amalia Granata retiene a sus empleados no nos dejan ver lo verdaderamente importante, todos robamos cuando se nos aparece la oportunidad, que más weón es el que se deja cagar y que ante todo lo que digan (y diga) Amalita es una de las rameras VIP mas fabulosas jamás vistas. Y eso si es una verdad indiscutible, después de todo el poto le pertenece a ella así como las innumerables nalgas nacionales que se entregan por menos diariamente ante nuestros ojos, pero no nos importa.

12-01-2007

Discusiones Trasnochadas Sobre la Aparente Naturaleza del Fenómeno Flaite

Luego de 9 meses de trabajo en el Colegio Politécnico Avenida Independencia, estigmatizado en todo Santiago Norte por la mala calidad de sus alumnos, creo estar en condiciones de dar una respuesta medianamente consciente del fenómeno Flaite, tanto en su realidad propia, como en su relación con otros sectores de nuestra variopinta sociedad chilena.

Es necesario en primer lugar definir el ámbito de acción de nuestro concepto central, pues no obedece directamente a una realidad socioeconómica, ni a una específica relación del individuo con el mercado laboral. Su naturaleza obedece principalmente a la emergencia de un ethos particular, que se extiende al interior de las ciudades ya no como una respuesta marginal de la clase desposeída ante la vorágine impaciente de los medios de consumo, sino como una forma de actuar paralelo al de la ciudadanía de a pie, una forma de resignificar los espacios dominados por la ley del Estado y por la moral anodina de la sociedad chilena, con el fin de corromperlos y entregarlos a la voluntad de un pueblo que no lucha por integrarse a las redes de la modernidad, sino que resiste en las periferias por establecer una moral apegada a valores más cómodos que el del trabajo y la probidad, mas cercanos a la solidaridad cotidiana y a la ausencia total de nacionalidad entendida como la recíproca cooperación entre individuo y Estado. Es una nacionalidad fundada en la moral de un pueblo enfermo y consciente de sanidad, es la nacionalidad de los Matías Fernández colonizando Europa y de las Cotes López fornicando por fama.

Los datos que cualquier cronista decente ocuparía para hacer creíble su propuesta no ocuparán las líneas de esta corta entrega. Ya habitan en nuestra memoria los reportajes de “Contacto” sobre los cuicos flaites imbuidos por la cultura rastrera y facilista del Hip-Hop. Además en mis cortos años de ejercicio docente, ya he tenido la oportunidad de trabajar en un colegio que recibía a los residuos de nuestra clase alta, y sus perfiles culturales sólo diferían del Flaite poblacional por los millones de pesos que separan a un habitante de Huechuraba con uno de Las Condes. Los datos los vemos diariamente por televisión; hagan el esfuerzo de sintonizar Morandé con Compañía y podrá comprobar en terreno como un apedillado Morandé, hace gala de una ordinariez inédita incluso en los arrabales más pútridos de nuestra ciudad.

Sin querer dar solución definitiva a este fenómeno ya extendido incluso en los intersticios más recónditos de la chilenidad, me adelanto a dar algunas caracterizaciones de esta ética de la flaiticidad que nos asalta en las calles y que destruye los frutos del erario público que nosotros y no ellos, pagamos con el esfuerzo de nuestro trabajo:

Despojado de todo poder social emanado de la legalidad, el dinero y la actividad política, el Flaite, en su condición de marginal (léase Quijano y Veckemans sobre la marginalidad en la revista mensaje de no se que año) desafía aquellos quistes de poder que les son ajenos haciendo uso de una práctica anquilosada y tan antigua como la prostitución: la Criminalidad. Con esta arma social propia de los despojados y los marginados por sus pares, el Flaite nos recuerda en primer lugar que el confort de la modernidad es efímero y es fruto de arbitrariedades que escapan a la voluntad y el esfuerzo personal, en segundo lugar nos hace notar su radical oposición a los valores tradicionales de la ciudadanía aceptando de frente y sin eufemismos, una lucha descarnada contra la institucionalidad que los mancilla constantemente en su condición de pobres y, en tercer lugar, la criminalidad del Flaite es ante todo no un manifiesto de su cultura (aunque este argumento contradiga los dos anteriores), ni un esfuerzo desesperado por proveerse de bienes de consumo inalcanzables para alguien de su condición socio-económica, es una actividad del todo auto complaciente que refuerza su condición de otro para la sociedad.

El Flaite armado de la criminalidad, asume una posición de poder entre sus pares, es henchido del poder que les negado por la sociedad de los ciudadanos desplegando una violencia contenida desde los años de temprana y mediocre escolaridad, donde se le instruye para integrarse a un mundo que lo desprecia. La criminalidad es ante todo para el Flaite una forma de reconocerse como el cáncer de la sociedad que desde su mas tierna infancia le ha expresado por distintos medios (ineficiencia de los servicios básicos de salud, vivienda y educación, publicidad, televisión, etc.) que lo desprecia y que no está invitado al banquete de los adinerados, rubios y poderosos.

No me mal entiendan, no planteo victimizar al Flaite pues no sólo él ha sufrido los certeros embates de un Estado desprovisto de instrumentos legales para proteger a sus hijos más desvalidos, muchos nunca estaremos invitados al banquete de la oligarquía sea como fuere su constitución.

De acuerdo a lo anterior, la flaiticidad de la existencia no es una realidad que se aboque únicamente a contraatacar a lo establecido por despecho, es ante todo, una forma cultural de resistencia ante el despojo de sus derechos ciudadanos más elementales. No buscan reestablecerlos mediante lucha política o la criminalidad antes descrita, sino más bien, se pretende subsistir en una realidad paralela dirigida por una moral arraigada en sus espacios, lateral al mercado del trabajo y que necesita alimentarse diariamente mediante lazos de solidaridad inexistentes siquiera en sueños en las almas de aquellos que hemos vendido nuestros años de juventud a la nueva casta ecuestre del nuevo imperio romano conocida como los empleadores de poca monta.

Si alguno de ustedes han tenido el disgusto de leer el anterior artículo publicada en este blog, sobre la alteridad, pues bien, he ahí la respuesta a la complejidad del fenómeno Flaite, pues se yergue en la sociedad como una alteridad capaz de reproducir su medios materiales de subsistencia mediante métodos ajenos a la normalidad de la vida en ciudades, en donde los valores primarios que guían el actuar del grupo no responden a la igualdad y libertad de las partes, sino a la concentrción de poder en manos del poderoso y al establecimiento de lealtades políticas en torno a la figura del Choro, que permiten la existencia material de su poder ocioso. En definitiva, la cultura Flaite involucra a la comunidad en su conjunto, con una división social del trabajo particular, donde cada uno ocupa un lugar irremplazable en la cadena de solidaridad que mantiene viva a la comunidad mediante el uso de la fuerza, la intimidación, y el dinero de los narcóticos que dan vida a las empresas de conquista planteadas desde nuestros arrabales.

Recordemos que las adicciones de los ciudadanos de esta ciudad son abastecidas desde la criminalidad del Flaite y su demanda es sino siempre creciente, a lo menos constante en el tiempo.

El desprecio por los valores del trabajo y la culturización del espíritu hablan de una moral nueva que prescinde de los elementos fundamentales de promoción social establecidos por la tradición de la modernidad europea. El Flaite al despreciar el conocimiento acumulado por generaciones de pensadores se desembaraza a medias de su tradición y legado y por otro lado, el desdén por el trabajo no hace más que reforzar la tesis de que su sustracción del curso normal de las sociedades es tan radical que incluso se aleja del mercado de trabajo, instancia que ni siquiera filósofos, roqueros u puntosos encubiertos en arman han podido evitar, pues a todos nos gustan los lujos de la sociedad que odiamos y son sólo alcanzables (si no tenemos alma de criminales) mediante el maldito trabajo asalariado.

La ausencia de trabajo voluntaria o involuntariamente no exime a las familias del almuerzo diario y es ahí cuando la solidaridad de la comunidad actúa para reforzar la conducta de los que se han propuesto dar un paso al lado de lo oficial. La solidaridad Flaite llena los intersticios que la flojera deja en el camino y sustituye la ausencia de los servicios que el Estado ha sabido negar mediante su negligencia o su expresa negación.

Como ya he dicho anteriormente, no es mi intención dar solución a este problema pues en consideración de estas líneas, no se presenta como un problema, sino como el surgimiento de una nueva ética que llegó para quedarse y quizás conquistarnos.

06-01-2007

Baila chinchi baila

Baila que te baila cuando eran las 12 y tantos de la noche. Ya en el 2007

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No quiero comentar lo indecible.